jueves, 10 de abril de 2008

Opine General, que a mi me da igual

Es curioso. Se ha formado un jaleo tremendo con un artículo publicado por nuestro ilustrísimo General Tejero. Los de un lado se enfadan al ver que una persona que puso en peligro la unidad y estabilidad de nuestro país (que frase más conocida) se permita el lujo de escribir un artículo de opinión sobre política. Los del otro, se refugian en el derecho a la libertad de expresión de una persona que nos trató de cerrar la boca a tiros a todos los españoles. Un militar, y aplico esta reflexión a los demás casos de nuestra recentísima actualidad, al igual que un cura, no debe opinar nunca de política como tal. Nos refugiamos en el derecho a la libertad de opinión porque resulta políticamente correcto decir que opina como un ciudadano más, sin darnos cuenta de que en el momento que una persona se convierte en personaje público, contrae otra serie de derechos y obligaciones, y deja de ser un ciudadano más. Al igual que hubiera resultado impensable que S.A.R. D. Felipe pidiera una beca para estudiar, o que el presidente de Gobierno decida que no le apetece ir a trabajar hoy y se pida unos días libres, debería resultarnos igual de extraño que estos casos en los que personajes públicos se ponen el disfraz de ciudadanos corrientes para escudarse tras él, y realizar actos que su condición no le permite, sucedieran.

La idea de la santísima trinidad ( Estado, Ejército e Iglesia) es antigua. Y además de antigua es cutre, y su separación es la base del desarrollo. Piense un país que haya conseguido desarrollarse plenamente teniendo estas tres cosas juntas y revueltas.

Pero yo soy el primer culpable, porque estoy haciendo justo lo que trato de evitar provocando en el lector una reflexión (sirva mi sacrificio para casos futuros), que es la de que el mayor culpable somos nosotros por darle la más mínima importancia a este tipo de cosas. Lo que deberíamos hacer en casos como los del artículo del General es simplemente darles la importancia que tienen, ninguna.

miércoles, 9 de abril de 2008

Llanes Banús

Cuando escuché el comienzo del reportaje emitido el pasado día 11 de Enero en el programa Hoy por Hoy de la cadena SER, referente al proceso de urbanización masiva prevista para las comunidades de la cornisa cantábrica, apreté los dientes tratando de resistirme a escuchar el nombre de nuestra villa entre las afectadas. Lo escuché. También escuché el nombre de Celorio.

Las cifras que se mencionaban eran escandalosas. Bloques de viviendas, adosados, campos de golf...Por supuesto que es deseable, tal y como mencioné anteriormente en este mismo semanario (artículo "Llanes Valley"), que nuestro concejo prospere y consigamos algún día que la juventud pueda vivir y trabajar en él, pero Llanes es especial precisamente por ser un pequeño paraíso, nuestro refugio.

La maravillosa costa del sol (Marbella, Puerto Banús), el levante (Benidorm) o Ibiza, son claros ejemplos de cómo un proceso de urbanización repleto de intereses meramente económicos consigue destrozar zonas paradisíacas y mágicas para transformarlas en una máquina turística de hacer dinero a costa de lo que sea, incluso a costa del propio lugar. Deberíamos aprender de los errores de los demás. Hasta ahora yo presumía orgulloso de que nuestra tierra no estaba cayendo en los mismos errores, que aunque beneficiándose del progreso, estaba sabiendo mantener virgen precisamente la llave de todo, la diferencia. Las zonas con urbanizaciones masivas, casas en primera línea de playa y campos de golf en urbanizaciones, ya existen, ya están inventadas. Debemos mantener nuestro estilo, nuestra diferencia, no convertirnos en meras copias de lo que ya existe. Mi relación con Ibiza en los últimos años me ha permitido conocer muy de cerca los problemas de la Isla Blanca , y resulta fácil imaginar lo bonita que podía ser una zona, un acantilado, una cala antes de que allí plantaran esa enorme casa con piscina y pista de tenis o ese campo de golf, o ese gran hotel. ¿Por qué queremos una casa en primera línea de playa cuando la diferencia puede ser ir caminando 5 minutos o coger el coche otros 5 para ir al pueblo de al lado?

No pretendo con esto, repito, oponerme al progreso de nuestro concejo, sino simplemente apelar al sentido común de nuestros responsables de urbanismo. Podemos modificar debidamente los planes de urbanismo, en la medida que los actuales lo permitan, de tal forma que se evite esto. El beneficio es fugaz, no lo hay a largo plazo para el concejo. El único beneficio del urbanismo es para la persona propietaria de tierra ahora urbanizable que quizá consiga vender bien, pero no deja trabajo ni genera prosperidad, solamente empleo de peón durante unos meses. De momento estamos a tiempo, y está en sus manos. El mundo urbanístico resulta sin duda goloso para cualquiera, pero creo, y estoy seguro de que muchos llaniscos están conmigo, que tenemos que custodiar un tesoro mucho mayor que todo lo que se pueda ganar. Lo llaman Paraíso Natural.

domingo, 6 de abril de 2008

Un poquito de por favor

Cada vez son más los turistas que se acercan a nuestra querido concejo de Llanes para disfrutar de su gastronomía, entorno y aire puro entre otras cosas. Año a año, salvo algún altibajo ocasional, la afluencia de turistas en épocas de descanso laboral es notable en todo Llanes y alrededores, llegando a quintuplicarse la población de alguno de nuestros pueblos en los meses de verano y Semana Santa. Personas del resto de Asturias y de otras provincias e incluso países ocupan las plazas hoteleras y llenan los restaurantes en las fechas anteriormente citadas.

Deberíamos estar de acuerdo entonces en que el turismo es un sustento importantísimo para muchas de las familias que residen aquí todo el año, y que planean con ilusión y esperanza la próxima campaña turística para sacarle el mayor partido posible. Sin embargo cada vez noto que se acentúa más el poco cuidado en el trato al turista, a pesar de que, en muchos casos, es el que nos da de comer. Cada vez me duele más presenciar el poco cuidado con el que se dirigen a los turistas en los restaurantes, en los que en lugar de hablarles con una sonrisa, deshacerse en explicaciones o invitarles a esperar tomando algo en la barra hasta que una mesa quede disponible, se les regalan frases del tipo “pues no sé yo lo que tardará”, “vete a la barra a pedilo”, “qué quieres que haga yo si no hay sitio” y otras frases similares que si bien no constituyen ninguna falta de respeto en sí, si que denotan una falta de atención para el turista, motivada tal vez por la escasa competitividad en el sector, ya que los restaurantes se llenan igual a pesar de este tipo de actitudes. El todavía cercano puente de la Constitución me hizo comprobar in situ que este tipo de comportamientos siguen produciéndose cada día más, y saltan mucho más a la vista cuando visitas otras zonas de España en las que se tiene mucho cuidado en el trato al cliente, cosa que es de agradecer, pero que considero normal por otra parte.

No quiero con esto generalizar, ni decir que se esté tratando mal al turista que acude a Llanes, pero si me gustaría que cada uno, en la medida que le afecte, reflexione e intente darse cuenta de que muchas veces el turista “es el que nos da de comer”, y que agradece más un trato amable y educado que una carta en tres idiomas o en color. Por tanto, por qué no empezar a poner más cuidado en esto, tratarlo lo mejor posible, de tal forma que se sienta especial, a gusto y vuelva. De verdad creo que deberíamos poner un poco más de atención, hacer el esfuerzo, y regalarles siempre que podamos, un poquito de por favor.

El último segundo

Si consiguiéramos plantearlo de una forma puramente racional podría resultar normal que todo ser humano tomara la muerte como una parte más de la vida, como una etapa que presenciamos diariamente en nuestro entorno natural cuando vemos caer las hojas de los árboles, o cuando vamos a la carnicería a hacer la compra diaria. Sin embargo, no estamos preparados para la muerte. Pedagogos españoles estudian ahora la posibilidad de introducir la muerte como parte de la educación de los niños, haciéndola así más familiar a los más pequeños y evitando posibles traumas insuperables para ellos. Creo que esto es posible, simplemente presentándola como algo natural, cotidiano en nuestro día a día, familiarizándonos con ella.

Pero entonces surge la duda de qué tipo de muerte estamos dispuestos a asimilar como natural. Nos imaginamos tal vez a un ser querido dejándonos rodeado de los más cercanos, de sus seres queridos, que ya tienen más o menos asimilada la pérdida de este ser querido, porque una larga enfermedad o su longeva edad ya se han ocupado de colocar esta idea en nuestra mente. Así si; así estamos dispuestos a hacer el esfuerzo de acostumbrarnos a algo tan difícil, aunque cuanto más lejano sea ese momento, mucho mejor.

Sin embargo, hay una muerte hoy en día para la que no estamos preparado nadie, que es rápida, letal, cruel, y que se lleva a los seres queridos en un solo segundo; la principal causa de muerte entre los españoles de 14 a 25 años, los accidentes de tráfico.

Vemos a diario imágenes, cifras, datos, testimonios, que nos acercan esa realidad, que nos hacen por un segundo sentir la cercanía de que tal vez ese “eso le pasa a los demás” deje de cumplirse un día cuando nos dirigimos al lugar de trabajo o a pasar un periodo vacacional.

A pesar de esto cualquier conductor puede presenciar a diario numerosas imprudencias y arriesgadas maniobras que ponen en peligro no solo la vida del que las realiza, sino la de los pobres inocentes que tenemos que compartir calzada con estos cafres inconscientes.

Ahora llega a nuestro país una iniciativa conocida como “el carné por puntos” que penaliza acumulativamente a los conductores que cometen infracciones llegando, si procede, a la retirada del carné. Además, se contemplan muchas de las infracciones antes consideradas graves como delito. Esta iniciativa a tenido mucho éxito en países vecinos como Francia o Alemania, en el que las cifras de muertos en carretera han descendido notablemente desde la entrada en vigor de esta modalidad de carné.

Hace 3 años asistí como reportero a cubrir un concierto benéfico en el Centro Nacional de Parapléjicos de Toledo. La cantidad de jóvenes que pasaban allí sus días por motivo de accidentes de tráfico y los testimonios que ellos me dieron me impresionó mucho. La mayoría de ellos me reconocían personalmente que no eran conductores modélicos cuando les sucedió, y que si ahora pudieran, no conducirían de aquella forma, o no se hubieran tomado aquella copa. La impresión que medió aquella visita a Toledo me hizo pensar y me ayudó a concienciarme sobre la realidad de la carretera, supongo que con motivo de conocer a “esas otras personas a las que les pasa” en persona.

Desgraciadamente, aunque uno mismo se considere un conductor respetuoso con la normativa y responsable con el volante en las manos, no está a salvo de sufrir un accidente por la imprudencia de otro que no se da cuenta de que no se puede pegar tanto al vehículo que va delante, o que cuando llueve hay que conducir más despacio de lo que acostumbramos a hacerlo aunque conozcamos muy bien la carretera, o que al final decide tomarse esa copa antes de coger el coche porque ya lo ha hecho otras veces y no pasa nada.

A mi me sirvió esa visita a Toledo, aunque por aquella época todavía no era conductor, y tal vez iniciativas como visitas a este tipo de centros puede ser un escarmiento pedagógico para aquellos que ponen en peligro vidas en las carreteras, o tal vez no. Lo que deben tener muy claro es que esta muerte no avisa, que no están preparados para ella, porque llega sin avisar, en el último segundo.

Memoria Viva

Cualquier calificativo que se le pueda atribuir a una guerra se queda corto a la hora de expresar lo terrible que supone para todas las personas involucradas, sufrir a lo largo de su vida un conflicto de este tipo. Si hablamos de una guerra civil, los calificativos se quedan más cortos si cabe, ya que en estos casos son familias enteras las que se quedan divididas con hermanos luchando en uno y otro lado del frente, con amigos de escuela matándose entre sí sin ni siquiera saberlo, y en la que el odio aprovecha cualquier resquicio para crecer y apoderarse de un pueblo tranquilo como el nuestro.

Como no podía ser de otra manera, Llanes y su concejo no se quedaron al margen de esa cruel realidad que afectó tanto a la gente que se encontraba en ésta nuestra tierra, como a aquellos que se encontraban en otras zonas de España buscando el pan para los suyos. Muchos fueron los llaniscos y habitantes de los pueblos del concejo que lucharon por convicción; muchos fueron también los que se vieron obligados a luchar en una guerra que no sentían suya, y también hubo algunos que intentaron evitarla, incluso consiguiéndolo, escondiéndose en los pueblos o huyendo a la vecina sierra del Cuera para confundirse entre sus bosques y emigrar después. Todos ellos, los que lucharon y los que lo evitaron, los que murieron y los que sobrevivieron, y también la población civil, pasaron por una experiencia personal irrepetible que a buen seguro marcó y/o condicionó el resto de sus vidas y cuyo conocimiento puede aportarnos mucho.

Quiero entonces aprovechar estas líneas para proponer un encuentro público con los llaniscos que en cualquiera de los dos bandos, aquí y afuera, sufrieron la guerra civil y que todavía se encuentran entre nosotros. No estaría mal que fuera el propio Ayuntamiento de Llanes quien promoviera algunos actos convocándolos para que nos cuenten sus experiencias en primera persona.

Creo que una exposición fotográfica, un acto de homenaje y, sobre todo, un ciclo de charlas de quienes crean que sus recuerdos, anécdotas, sentimientos y experiencias como soldados en el frente o como población civil, merecen la pena ser transmitidos como Memoria Viva, sería una buena manera de plasmar ese encuentro. Estoy seguro además que todo lo visto y oído daría para uno de esos magníficos números especiales que cada cierto tiempo publica El Oriente de Asturias.

El privilegio de oírlos en primera persona, sería un regalo para nosotros (lo digo por experiencia, y es más de lo que imaginamos) y un homenaje para todos aquellos que, en la mayoría de los casos sin comerlo ni beberlo, se vieron envueltos en el infierno de una guerra.

Espero que estas líneas sirvan como catalizador para el arranque de ese encuentro, pero en caso de que no sea así, sirvan entonces como homenaje personal del que escribe a todos los que vivieron esta triste etapa de nuestra historia, especialmente a mi abuelo el celoriano Manuel Rodríguez (Manolo el de Salud), que en 1.936 trabajaba en una tienda de ultramarinos en la calle Infantas de Madrid, y al que no le dejaron soltar un rifle hasta casi 6 años después.

No le gusta mucho hablar de ello, pero sus relatos de la guerra (el frente de Madrid, Belchite, las sierras de Albarracín y Bezas, Teruel, el hospital de Valencia, sus tres heridas de bala y metralla, de la que todavía tiene un trozo cerca del corazón, y tantas cosas más), me han hecho sentir, sobre todo, una profundísima admiración y respeto para esa generación, tan callada y tan sufrida, a la que tanto le debemos. Cuando veo en la televisión las guerras que hay en el mundo, pienso muchas veces que quizá no nos toquen a nosotros porque ya la pasaron ellos, quemando allí los “demonios familiares” todavía pendientes. Gracias por ello.

Tr@fico

Ahora mismo voy a ver si mi padre me presta su flamante máquina de escribir para hacer un escrito al Ministerio de Administraciones Públicas. Antes debería ir a comprar papel de calco para quedarme con una copia, y así luego ir a la oficina de correos en mi seiscientos a enviarlo. ¿Qué pasa? ¿Qué suena antiguo?

Pues esa es la época en la que están algunos servicios públicos administrativos hoy en día, en pleno 2.006. En concreto me refiero a los trámites relativos a tráfico, aunque también en lo relativo a las matriculas universitarias, la solicitud de becas, la renovación del DNI…). A pesar de que Internet es una realidad tangible en la mayoría de los hogares y centros de trabajo, y de que un organismo público (la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre) emite las firmas digitales que garantizan nuestra identificación electrónica; si se te caduca el carné de conducir más vale que te pidas por lo menos un día libre para arreglarlo.

Sobre todo si estás en Madrid. Ni una sola oficina delegada, solo la Jefatura Provincial de la calle Arturo Soria se ocupa de atender los trámites de seis millones de almas.

Yo me pregunto por qué no es posible hacer éste y otros trámites por Internet, en 5 minutos y desde casa, eliminando papeleo inútil, reduciendo gasto y agilizando los trámites de digitalización de documentos y archivos, tareas que pasan al usuario. Sin embargo, sí es posible presentar algo tan serio e importante como la declaración de la Renta, ahí no hay problemas de seguridad informática, es más, se premia a las personas que la presentan telemáticamente adelantando sus devoluciones cuando procede. Ya es hora señores, de ponerse las pilas. Se habla mucho de administración electrónica pero no se dan pasos reales. Se cuelgan cuatro formularios en Internet (además no están todos), que hay que ir a presentar a la oficina como siempre en persona. Esto no es administración electrónica. Entiendo que se necesitan unos plazos de adaptación, pero creo que ya los hemos superado con creces, lo necesario para implantar esto ya está desarrollado y probado desde hace tiempo. Me temo que el problema es que esto no atrae tantos votos como otras acciones. Solo falta una cosa, voluntad de ayudar a los ciudadanos. ¿Empezamos hoy?

Que me guarden una parcelita, por favor

No son pocos, junto con Llanes, los municipios españoles en los que se discute sin tregua a causa de los famosos planes de urbanismo. De actualidad está ahora el de nuestro concejo, así como una noticia que escuchaba ayer en la radio y que hablaba sobre la intención de los chinos de vender parcelas en la Luna. Y me pregunto yo, ¿quién se las ha dado a los chinos primero? ¿de quién son? ¿del primero que llegue?. Y es que ya son una realidad, al menos para algún multimillonario, los viajes turísticos a nuestro satélite, aunque salga un poco caro el billete y nosotros no nos lo acabemos de creer.

No nos debe extrañar por tanto, que los países con fuertes inversiones en la industria aeroespacial quieran empezar a repartirse el pastel antes de comprarlo. Y digo comprarlo porque entiendo que, por lo que dicen los chinos, el primero que llegue “se lo queda”, y llegar resulta caro.

Unos cuantos siglos ha costado llegar al estado de aparente tranquilidad actual en la que afortunadamente, la suerte nos ha situado en una civilización desarrollada, la europea, y en la que los problemas territoriales no son causa de guerras entre países como antaño. ¿Debemos prepararnos entonces para que se de esta situación en la Luna? Aparentemente no tendría sentido, pero haciendo caso al siempre sabio refrán “el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra” y estando todavía a la expectativa de los posiblemente ricos recursos naturales de nuestro satélite, no sería de extrañar que en unos años (sinceramente espero no verlo), las grandes potencias económicas peleen por hacerse con su trocito de pastel en forma de materias primas. Y al hablar de potencias económicas lo digo poniendo mucha atención precisamente en quién ha despertado en mí esta reflexión, China, que estoy convencido para cuando esta situación tan estrafalaria pueda darse, será sin duda la primera potencia mundial junto con India, y mirará muy por encima del hombro a los hoy todopoderosos EEUU.

No quiero despedirme sin antes dar mi enhorabuena a nuestro querido pueblo de Porrúa por su más que merecido galardón de pueblo ejemplar, y aprovechar estas líneas a su vez, para pedirle a los chinos que si es posible, y viendo como está la vivienda por aquí, me guarden una parcelita ahí arriba, por favor.